Flora Straub es cantora, docente y Licenciada en Interpretación Musical. Flor está siempre en movimiento y conversamos con ella sobre sus diversos proyectos musicales. Hablamos también de sus clases de canto, para indagar sobre ese espacio desde la mirada de una docente. Las clases de canto son espacios que ponen en juego muchas dimensiones. La técnica vocal obviamente, por un lado, pero por otro lado hay una persona que está siendo con sus complejidades y que se quiere expresar. Un ser humano que es una mezcla de emociones, nervios, historias, ciclos hormonales, concepciones del mundo, y todas esas cosas echas una sola bola en la garganta al empezar a cantar.
Flor Straub nació en Córdoba capital y actualmente reside en Santa María de Punilla a donde la llamamos para tener esta entrevista.
¿Cómo es eso de ser docente de canto y cómo es tu forma de empezar a desenmarañar la madeja que son los alumnos en el momento de sonar?
Es un desafío. Es un espacio de encuentro, no es sólo el sonido de la voz, sino todo lo que cuenta esa voz, todo lo que tenemos por descubrir de esa voz y cosas que ni siquiera sabemos también. Ese espacio es también un espacio cuidado, porque hay una vulnerabilidad gigante en ese acompañamiento. Estar acompañando procesos es muy nutritivo,aprendo mucho. Es un desafío porque justamente es pensar cómo acompañar de una manera donde se pueda realmente ayudar a la otra persona a que se explore, a que se encuentre, sin limitar desde mi subjetividad. Siempre va a estar presente mi subjetividad, pero es decir ¿Cómo acompaño sin partir desde la limitación? A veces la limitación tiene que ver más conmigo que con la otra persona.
Para mí es apasionante porque aprendo mucho y aprendo también mucho de la diversidad de búsquedas. No es lo mismo estar en una institución que en clases particulares. En las instituciones me parece más desafiante aún porque hay plazos, hay evaluaciones, bueno, hay toda una dinámica. Y después hay otros espacios que invitan a que yo pueda vivenciarlos más como me gusta, que son los espacios grupales de exploración o quienes vienen de manera particular. Así que en eso vienen un montón de búsquedas, desafíos.
¿Qué pasa en una clase de canto? ¿Qué se hace?
Primero se hacen cosas ridículas, hacemos cosas que como sacar la lengua, cosas que desafían el propio molde corporal para encontrar otras posibilidades de movimiento. Se hacen cosas para conocernos desde otros lugares, volver a la infancia, volver al juego, volver a reconocer el propio cuerpo, porque vivimos en una dinámica donde muchas veces no conocemos nuestro cuerpo. También pasa que sabemos que tenemos un cuerpo cuando nos atraviesa el dolor, o nos atraviesa algún conflicto de no poder hacer algo, por ejemplo. Buscamos tratar de no llegar a ese punto, sino escuchar, aprender a escuchar el propio cuerpo, aprender a hacerme cargo de mi propia historia a través de mi cuerpo, mi sonido y buscar la adherencia de ahí, porque a veces los peores jueces somos nosotres mismos. Es importante poder corrernos de ese lugar, abrir la escucha, la exploración y abrazarnos también en todo lo que tiene nuestra voz, nuestro canto para contarnos, me parece hermoso.
¿Crees que todos y todas podemos cantar?
Sí, yo creo que sí, creo que lo que pasa muchas veces es que hay estéticas o existe una cuestión de la hegemonía de la voz, de la hegemonía del canto, y a mí me parece que esas son las cosas que hay que cuestionarse. Muchas veces nos atraviesan cosas como: Quiero cantar bien, o no sé cantar, o quiero que mi canto sea lindo. A veces el no poder cantar tiene más que ver con eso, que con la acción misma de cantar. Son cosas que te traban. Se pone en juego qué es cantar lindo o qué es cantar bien, y a veces tenemos ideas impuestas por un mercado, impuestas por una industria, impuestas por ideas socioculturales. Venimos de ver programas en la tele donde hay votaciones de quién canta mejor, donde todo el mundo puede ser juez de voces, entonces hay un paradigma establecido de cómo se tiene que cantar, qué es cantar bien, y no hay una sola forma.
Flor tiene un ciclo que se puede ver en YouTube y también en su Instagram, llamado Otro Cantar. Es un ciclo de charlas en donde Flor conversa con referentes del canto. ¿Hay algo que te haya quedado del ciclo Otro Cantar?
Otro Cantar fue un ciclo muy hermoso y de hecho siempre tengo ganas de volver a hacerlo. El ciclo nació porque estudié mucho en instituciones y tuvo que ver con despegarme de ahí y encontrarme como cantora descubriendo qué era para mí cantar. Todo eso como alguien que respeta y que estima la técnica, es decir, nació en la búsqueda de cómo encontrar una técnica que fuera funcional para mí. El ciclo de charlas Otro Cantar era escuchar otras perspectivas del canto, me pareció una buena iniciativa, primero para mí misma y después para compartirlo. Desde lo que eran mis inquietudes, encontrar ahí otras visiones, de ese ciclo me quedaron muchas cosas, me quedó esto de pensar lo diverso que es el canto, las diversas formas de abordarlo. Fueron muchas conversaciones con mujeres cantoras y docentes de canto. Se armó una red hermosa para compartir, hubo mucha generosidad en las charlas. Cada una compartía su recorrido, sus saberes, con una entrega que me parece muy hermosa e inspiradora.
¿Cómo nació tu vocación? ¿Cómo fuiste decidiendo qué cantar?
Mi canto nació de adolescente y pasaron muchos años hasta que yo pudiera como encontrarme y saber qué quiero decir con mi canto. Esa fue una pregunta muy difícil de responder y si bien nunca hay una respuesta fija ni pretendo que sea algo estático, fue un desafío encontrarme en cuál es mi real deseo. No vengo de familia de cantores ni de familia de músiques pero por suerte cuento con un gran apoyo y amor desde mi familia. Las instituciones fueron los lugares donde yo más me desarrollé técnicamente y después la calle me fue dando otras cosas. El encuentro con otras personas, abrir el ojo hacia otras formas de ver el mundo, otras culturas. No fue fácil decidir qué cantar, el camino fue de ir haciéndome preguntas, correrme del lugar del que había venido y de todo lo que yo tenía para encontrar otras maneras. Entonces fue de alguna manera desarmar estructuras, desarmar estereotipos, animarme a verme desde otros lugares. Mi voz es mi gran maestra, siempre lo digo, me ha llevado por muchos lugares y estoy muy agradecida de lo que fui transitando gracias a eso, a mi voz. El estudiar, digamos, el hacer la licenciatura fue una militancia también, fue apropiarnos de espacios que nos pertenecen y como cantora de música popular latinoamericana, fue también defender una bandera que a veces no llega en visiones muy ortodoxas. La educación tiene que ser situada, diversa, latinoamericana. Nos hace muy bien que haya personas también en el campo de la investigación, que puedan dar otros aportes que no sean tan eurocentristas.
Mato Preto es una banda para bailar, una banda cordobesa de Axé, música típica del noreste de Brasil, en la que Flor Straub es la voz principal. ¿Cómo nació la banda?
Mato Preto es un proyecto muy hermoso, muy amoroso, que fue creciendo y transformándose a través del tiempo. Yo no estuveen el génesis de la banda, yo fui la tercera opción, siempre digo, no me buscaron a mí como primera. Mato Preto tiene que ver con sostener la alegría, encontrar la vitalidad, habilitar el encuentro, los abrazos, la celebración. Siento que es resistir desde la alegría, y bueno, tiene esta cuestión de cruza de música brasilera con música cordobesa. En una fecha, en una fiesta de colectividades, nos escuchó un brasilero que nos dijo ¿Dónde está Preto? ¿Dónde está lo negro?. Nosotros somos negros cordobeses, en el cuarteto hay mucho del manifiesto afro y también lo negro está en nuestro inconsciente colectivo. Digo inconsciente porque muchas veces venimos de sociedades negacionistas de nuestras raíces.